La siguiente entrada del blog fue escrita por Ashley Rivas-Triana, participante del programa Lambda Legal Dream Summer Intern. El programa Dream Summer es una beca nacional y un programa de desarrollo profesional para estudiantes que a su vez son inmigrantes y activistas. Lambda Legal les ha dado la bienvenida a varios participantes de este programa como parte de nuestro compromiso con la dignidad e igualdad para todos los inmigrantes LGBT en Estados Unidos. Lambda Legal también lucha por reformas migratorias que incluyan a las personas LGBT.
En el verano de 2012, yo tenía 17 años y me acababa de graduar de la prepa. Mis amigos habían pasado sus últimos meses de la escuela solicitando ingreso a universidades y recibiendo cartas de admisión, y pronto estarían mudándose de sus casas a sus dormitorios universitarios. Fue un tiempo increíblemente emocionante.
Desafortunadamente, yo no pude compartir en esa emoción y felicidad. Por los últimos cuatro años, me había dedicado a mis estudios, a tener buenas notas y logré graduarme con honores.
A pesar de todos mis triunfos escolares, yo era (y sigo siendo) indocumentada. En el estado de Georgia, donde he vivido toda mi vida, los estudiantes indocumentados están prohibidos de asistir o solicitar ingreso a las cinco universidades públicas más grandes del estado, y todas las demás universidades cobran los costos de matriculación a precios de “out-of-state” o fuera del estado.
Los estudiantes indocumentados también somos inelegibles para recibir cualquier tipo de ayuda financiera federal. Todo esto me impidió a mí, como a muchos estudiantes, continuar mi educación.
Además de no poder estudiar, tampoco podía trabajar. No tenía ninguna forma de identificación que me dejaría trabajar legalmente. Sin una licencia, pasaporte o identificación, no tenía muchas opciones.
Además de todo, después de un proceso de más de diez años y de varios miles de dólares gastados en abogados y tarifas, mi familia fue informada, sin explicación, que nuestra petición para la residencia había sido negada y aguardábamos ser colocados en procedimientos de deportación.
Esos eran algunos de los meses más difíciles, más agotadores e inciertos de mi vida.
La sorpresa más grande vino más adelante ese verano.
En junio de ese año, el presidente Obama anunció una acción ejecutiva que introdujo el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, conocido como DACA, una política que temporalmente protege a jóvenes inmigrantes que califican de la deportación y provee permisos de trabajo que son vigentes por dos años. Este programa me permitió permanecer en los Estados Unidos, en vez de ser deportada a un país al cual no había visitado desde que tenía dos años.
Después de eso, nadie se comunicó con nosotros sobre nuestra deportación pendiente, así que mis padres también pudieron permanecer, pero ya que no califican para DACA, no fueron dados los mismos beneficios y aún viven con el miedo de ser deportados cada día.
No era la única que me vi beneficiada de este nuevo programa. En los primeros dos años, la agencia de Servicios de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos (USCIS) aprobó alrededor de 610,000 aplicantes de DACA, el 10% de los cuales se identifican como LGBTQ.
El programa permitió que mucha gente, incluyendo a mí misma, puedan recibir una licencia de manejo u otra forma de identificación por primera vez.
Tener una identificación vigente es extremadamente importante para los inmigrantes indocumentados LGBT que frecuentemente padecen discriminación racial de parte de la policía y que temen que cualquier contacto con la ley podría resultar en detención o deportación, especialmente sin una identificación vigente.
De hecho, hasta el 73% de la gente LGBT y la gente que vive con VIH divulgan tener interacción cara a cara con la policía en los últimos cinco años.