Esta entrada del blog fue escrita por Jessica Hicklin, una mujer transgénero de 37 años que es cliente de Lambda Legal. Al momento se encuentra encarcelada en una instalación que es solo para hombres conocida como el Centro Correccional de Potosí en el pueblo de Mineral Point en Misuri.
Cuando tenía 16 años, me condenaron de por vida sin posibilidad de libertad condicional, más 100 años adicionales, por asesinato en primer grado y acción criminal. En los 21 años que han transcurrido desde entonces, he estado encarcelada en una cárcel de máxima seguridad para hombres llamada el Centro Correccional de Potosí, localizado en Mineral Point, Misuri.
Cuando me sentenciaron, no sentí ira o tristeza. En su lugar, me sentí aliviada.
Ya a los 16 años, sentía que iba camino a cierta muerte. No sabía lo que era disforia de género o cómo explicarle mis sentimientos a mi familia o a otras personas en mi pequeño pueblo. A temprana edad me sentía que era una niña aunque me habían asignado el sexo masculino al nacer. También como víctima de abuso cuando pequeña, empecé con las drogas para enfrentar el dolor. Mi vida estaba llena de caos. Al saber que iba a permanecer el resto de mi vida en la cárcel, sentí que ese era mi escape, aunque de manera trágica.
Con 16 años, no entendí la magnitud de mi situación de inmediato. Después de algún tiempo en prisión, mi vida allí se hizo real. Esta prisión conduce a la pena de muerte. Es un lugar feo, oscuro y violento. En mis primeros dos años, abusaron sexualmente de mí tres veces.
Me fui marchitando en el clóset por años, con temor a qué me pasaría si tuviera el valor de vivir mi verdadera vida como mujer transgénero. ¿Viviría una vida segura? ¿Comprendería la gente?
Pasé muchos años de esta forma, luchando con estas preguntas. Eventualmente me dije que n podía continuar viviendo en un cuerpo que no reflejara quién soy en realidad. Para mí, el miedo de vivir el resto de mi vida de esa forma era peor que el miedo al abuso y a que la gente supiera la verdad.