En primera persona: Como mujer encarcelada con hombres, el porqué de mi demanda

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25 de Agosto, 2016
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Jessica Hicklin

Esta entrada del blog fue escrita por Jessica Hicklin, una mujer transgénero de 37 años que es cliente de Lambda Legal. Al momento se encuentra encarcelada en una instalación que es solo para hombres conocida como el Centro Correccional de Potosí en el pueblo de Mineral Point en Misuri.

Cuando tenía 16 años, me condenaron de por vida sin posibilidad de libertad condicional, más 100 años adicionales, por asesinato en primer grado y acción criminal. En los 21 años que han transcurrido desde entonces, he estado encarcelada en una cárcel de máxima seguridad para hombres llamada el Centro Correccional de Potosí, localizado en Mineral Point, Misuri.

Cuando me sentenciaron, no sentí ira o tristeza. En su lugar, me sentí aliviada.

Ya a los 16 años, sentía que iba camino a cierta muerte. No sabía lo que era disforia de género o cómo explicarle mis sentimientos a mi familia o a otras personas en mi pequeño pueblo. A temprana edad me sentía que era una niña aunque me habían asignado el sexo masculino al nacer. También como víctima de abuso cuando pequeña, empecé con las drogas para enfrentar el dolor. Mi vida estaba llena de caos. Al saber que iba a permanecer el resto de mi vida en la cárcel, sentí que ese era mi escape, aunque de manera trágica.

Con 16 años, no entendí la magnitud de mi situación de inmediato. Después de algún tiempo en prisión, mi vida allí se hizo real. Esta prisión conduce a la pena de muerte. Es un lugar feo, oscuro y violento. En mis primeros dos años, abusaron sexualmente de mí tres veces.

Me fui marchitando en el clóset por años, con temor a qué me pasaría si tuviera el valor de vivir mi verdadera vida como mujer transgénero. ¿Viviría una vida segura? ¿Comprendería la gente?

Pasé muchos años de esta forma, luchando con estas preguntas. Eventualmente me dije que n podía continuar viviendo en un cuerpo que no reflejara quién soy en realidad. Para mí, el miedo de vivir el resto de mi vida de esa forma era peor que el miedo al abuso y a que la gente supiera la verdad.

“Esta prisión es un lugar donde la gente va a morir, pero irónicamente siento que nací aquí”.
—  Jessica Hicklin, cliente de Lambda Legal

Aunque he luchado por años para darle nombre a lo que sentía, y aunque busqué que me trataran por depresión y ansiedad, no fue hasta muchos años después que me di cuenta que soy una mujer que es transgénero.

Ahí fue cuando me le acerqué a los proveedores de servicios médicos en esta prisión para que me trataran la disforia de género. Varios expertos médicos y de salud

Múltiples expertos tanto médicos como de salud mental me recomendaron terapia hormonal para la disforia. También recomendaron acceso a artículos que afirmen mi género y eliminación de vellos permanente. Sin embargo, los funcionarios de Correcciones siguen con su política discriminatoria, la cual no sigue los estándares médicos actuales.

Es por eso que estoy demandando al departamento de correcciones de Misuri con la ayuda de Lambda Legal. Estamos desafiando la política que tienen sobre el cuidado médico para personas trangénero bajo custodia e indicamos que es una violación cruel e inusual de la octava enmienda.

Centro Correccional de Potosí, conocido en inglés como Potosi Correctional Center, es un lugar donde la gente va a morir, pero irónicamente siento que nací aquí.

Cuando revelé que soy trangénero, muchas de las otras personas en la cárcel –algunos transgénero, otros no– elogiaron mi valentía. Intento hacer uso productivo y positivo de mi tiempo. Participo de actividades relacionadas a la justicia, facilito clases sobre el impacto del crimen en las víctimas y soy voluntaria en un programa de rescate para perros llamado Puppies for Parole, en el cual trabaja con perros para que sean adoptados en vez de recibir la eutanasia. He recibido apoyo y eso es parte de la fuerza que tengo para vivir mi verdad.

Esta lucha no es solo por mí sino por todas las personas trans que se les haya negado cuidado médico bajo custodia. Sin el cuidado de salud adecuado siento como si me sentenciaran de nuevo cada día, encerrada en una prisión dentro de una prisión –mi cuerpo.

Esta prisión personal es más cruel, y si no hay un cambio en las reglas, no estoy segura que sobreviviré.